Article by Roman Flores, Catechetical Ministry Coordinator
As I just finished my last First Communion retreat for the year, at least for now, I found myself visiting the parish of Santa Rosa in Lone Pine in our High Desert Vicariate. I want to thank Fr. Douglas Walker and Sister Rachel Yourgules for the invite along with helping set up this retreat. The small group of children being prepped to receive their First Communion were very creative when it came to the craft activities that were part of the sessions of the day and I thank them for their attentiveness.
Along with speaking to them about First Reconciliation and of course the Eucharist and the significance of receiving the Body of Christ, I always like to start with reminding them of their Baptism. Sharing with them that moment in which their faith journey began even as babies. And when I speak about Baptism, I always make sure to lead into how the community of the faithful, in which they have been brought up through their journey, has and always will have the potential to continue to guide and support them, along with their parents and godparents, as they grow in the faith into young adult hood.
During the first years of a child's life, all learning begins to develop. It is in the family context that the child pronounces their first words, takes their first steps, learns to pray and to be a friend of Jesus. School, friends, and the social environment in which they develop will also influence their learning.
As the community of the faithful we have a fundamental role as transmitters of the faith, it isn’t a task that is simply up to the parents, or at least it shouldn’t be. Our example, affection, the way we relate to others and one another, and the way we live our relationship with God are fundamental in the learning process of the children and youth in our communities.
Patience, affection, and understanding must never be lacking in our work as transmitters of faith. We must keep in mind that the children and youth we influence are growing and going through various stages: childhood, preadolescence, adolescence, and youth. The way they will relate to Jesus will also change and although there are moments of discouragement we must never give up. Jesus must always be present in our families, community, ministries, and in our daily lives.
The transmission of faith to the children in our community does require commitment, intentional commitment. A commitment to the quality in what we offer and how we offer it for the sake of their faith formation and development. From sacrament preparation programs, retreats, and special Masses to simple gatherings in community, everything, and anything that we do as a community of the faithful can be an amazing moment of fruitful influence on how our children and youth perceive Jesus in and around their lives and how they accept him.
We know that the Christian faith is not simply limited to prayers, catechism, and going to Mass. Believing in Christ is a way of thinking and living. Or to be more precise, it is a way of loving. Transmitting the faith is not just teaching values, it is facilitating our children to have a personal relationship with Jesus Christ.
May the children and youth in our communities always have that opportunity through us to grow in the faith and accept Jesus into their lives and may we be committed facilitators in that process through the guidance of the Holy Spirit.
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Ministerios de Catequesis en Movimiento: Santa Rosa, Lone Pine
-Roman Flores
Acabando de terminar mi último retiro de Primera Comunión del año, al menos por ahora, me encontré visitando la parroquia de Santa Rosa en Lone Pine en nuestro Vicariato del Alto Desierto. Quiero agradecer al P. Douglas Walker y a la Hermana Rachel Yourgules por la invitación junto con ayudar a organizar este retiro. El pequeño grupo de niños que se preparaban para recibir su Primera Comunión fueron muy creativos en las actividades artesanales que formaban parte de las sesiones del día y les agradezco su atención.
Además de hablar sobre la Primera Reconciliación y, por supuesto, la Eucaristía y el significado de recibir el Cuerpo de Cristo, siempre me gusta comenzar recordándoles de su Bautismo. Compartiendo con ellos ese momento en el que su camino de fe comenzó incluso cuando eran bebés. Y cuando hablo del Bautismo, siempre me dirijo a cómo la comunidad de los fieles, en la que han sido criados a lo largo de sus caminos, tiene y siempre tendrá la potencial de continuar guiándolos y apoyándolos, junto con sus padres y padrinos, a medida que crecen en la fe hacia la edad juvenil.
Durante los primeros años de vida de un niño, todo el aprendizaje comienza a desarrollarse. Es en el contexto familiar donde el niño pronuncia sus primeras palabras, da sus primeros pasos, aprende a orar y a ser amistad de Jesús. La escuela, los amigos y el ambiente social en el que se desarrollan también influirán en el aprendizaje.
Como comunidad de fieles tenemos un papel fundamental como transmisores de la fe, no es una tarea que simplemente depende de los padres, o al menos no debería serlo. Nuestro ejemplo, el afecto, la forma en que nos relacionamos con los demás y entre nosotros, y la forma en que vivimos nuestra relación con Dios son fundamentales en el proceso de aprendizaje de los niños y jóvenes de nuestras comunidades.
La paciencia, el cariño y la comprensión nunca deben faltar en nuestro trabajo como transmisores de fe. Debemos tomar en cuenta que los niños y la juventud que influimos se están desarrollando y pasando por varias etapas: infancia, preadolescencia, adolescencia y juventud. La forma en que se relacionarán con Jesús también cambiará y, aunque hay momentos de desafío, nunca debemos rendirnos. Jesús siempre debe estar presente en nuestras familias, comunidad, ministerios y en nuestra vida diaria.
La transmisión de la fe a los niños de nuestra comunidad requiere compromiso, compromiso intencional. Un compromiso con la calidad en lo que ofrecemos y cómo lo ofrecemos por el bien de su formación y desarrollo en la fe. Desde programas de preparación sacramental, retiros y misas especiales hasta reuniones simples en comunidad, toda y cualquier cosa que hagamos como comunidad de fieles puede ser un momento asombroso de influencia fructífera en cómo nuestros niños y jóvenes perciben a Jesús en y alrededor de sus vidas y cómo lo aceptan.
Sabemos que la fe cristiana no se limita simplemente a las oraciones, el catecismo y el ir a Misa. Creer en Cristo es una forma de pensar y vivir. O para ser más preciso, es una forma de amar. Transmitir la fe no es solo enseñar valores, es facilitar que nuestros niños tengan una relación personal con Jesucristo. Que los niños y jóvenes de nuestras comunidades siempre tengan esa oportunidad a través de nosotros de crecer en la fe y aceptar a Jesús en sus vidas y que seamos facilitadores comprometidos en ese proceso a través de la guía del Espíritu Santo.