Article by Roman Flores, Catechetical Ministries Coordinator
Jesus' moral teaching is an integral part of his message. Catechesis must convey both the content of Christ's moral teachings and their implications for the Christian life. Moral catechesis aims to conform the believer to Christ, to achieve personal transformation and conversion. It should encourage the faithful to bear witness, both in their private lives and in the public sphere, to Christ's teaching in everyday life (NDC 20).
As members of the Body of Christ, our actions (both good and bad) influence the Christian community. It is together, as a Church, the Body of Christ, that we grow to maturity in faith and become true disciples of Christ.
The Catholic faith requires that we live a moral life according to the natural law and the law of God as taught through the Catholic Church. We must teach about Christian modesty, the absolute right to life from conception to natural death, caring for the poor and needy, and all aspects of morality.
We must never ignore our responsibility to teach morality, for St. Paul warns us that those who live in opposition to Christian morality "have no part in the Kingdom of God" (cf. 1 Corinthians 6:9).
To promote moral formation, we need to practice what we preach. In writing about the formation of catechists, the bishops speak of someone who "is a model of Christian virtue and a courageous witness of the Catholic faith" (NDC 55).
That is a difficult task. Imagine recruiting catechists by saying, "I'm looking for someone who is a model of Christian virtue." However, these are the people we need and seek. Notice that bishops do not say perfect people, but rather models.
We all fall short, but we must be aware that our behavior in whatever situation and circumstance we find ourselves must reflect our Christian virtues. A courageous witness is one who speaks compassionately of forgiveness even when others are intolerant or combative.
Catholic morality is the set of norms that teach us how to behave in order to live according to God’s will, and thus realize our purpose and achieve after this life the eternal happiness of the Kingdom of Heaven. The true witness of the truth of God’s word is the person that is so confident in God's forgiveness that they accept and are aware or admit when they fail as a model of “living the faith”.
Catholic morality can be demanding, and it does require commitment, because it proposes to us a very high ideal, that of living as children of God, but we are helped in our journey by the examples of Our Lord Jesus Christ, the Virgin Mary, and the Saints, and above all by the presence of the Holy Spirit who strengthens us and compensates our weaknesses. The difficulty of the effort is then compensated by the gratification, peace and inner joy that is freely offered to us by the grace of God.
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El rincón catequético: tercera tarea de catequesis, formación moral
La enseñanza moral de Jesús es una parte integral de su mensaje. La catequesis debe transmitir tanto el contenido de las enseñanzas morales de Cristo como sus implicaciones para la vida cristiana. La catequesis moral tiene como objetivo conformar al creyente a Cristo, para lograr la transformación personal y la conversión. Debe animar a los fieles a dar testimonio, tanto en su vida privada como en la esfera pública, de la enseñanza de Cristo en la vida cotidiana (DNC 20).
Como miembros del Cuerpo de Cristo, nuestras acciones (tanto buenas como malas) influyen en la comunidad cristiana. Es juntos, como Iglesia, el Cuerpo de Cristo, que crecemos hasta la madurez en la fe y nos convertimos en verdaderos discípulos de Cristo.
La fe católica requiere que vivamos una vida moral de acuerdo con la ley natural y la ley de Dios como se enseña a través de la Iglesia Católica. Debemos enseñar sobre la modestia cristiana, el derecho absoluto a la vida desde la concepción hasta la muerte natural, el cuidado de los pobres y necesitados, y todos los aspectos de la moralidad.
Nunca debemos ignorar nuestra responsabilidad de enseñar moralidad, porque San Pablo nos advierte que aquellos que viven en oposición a la moral cristiana "no tienen parte en el Reino de Dios" (cf. 1 Corintios 6:9).
Para promover la formación moral, necesitamos practicar lo que predicamos. Al escribir sobre la formación de los catequistas, los obispos hablan de alguien que "es un modelo de virtud cristiana y un testigo valiente de la fe católica" (DNC 55).
Es una tarea difícil. Imagínese reclutando catequistas diciendo: "Estoy buscando a alguien que sea un modelo de virtud cristiana". Sin embargo, estas son las personas que necesitamos y buscamos. Nótese que los obispos no dicen personas perfectas, sino más bien modelos.
Todos nos quedamos cortos, pero debemos ser conscientes de que nuestro comportamiento en cualquier situación y circunstancia en la que nos encontremos debe reflejar nuestras virtudes cristianas. Un testigo valiente es aquel que habla compasivamente del perdón incluso cuando otros son intolerantes o combativos.
La moral católica es el conjunto de normas que nos enseñan cómo comportarnos para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, y así realizar nuestro propósito y lograr después de esta vida la felicidad eterna del Reino de los Cielos. El verdadero testigo de la verdad de la palabra de Dios es la persona que tiene tanta confianza en el perdón de Dios que acepta y es consciente o admite cuando falla como modelo de "vivir la fe".
La moralidad católica puede ser exigente, y requiere compromiso, porque nos propone un ideal muy elevado, el de vivir como hijos de Dios, pero nos ayudan en nuestro camino los ejemplos de Nuestro Señor Jesucristo, la Virgen María y los Santos, y sobre todo la presencia del Espíritu Santo que nos
fortalece y compensa nuestras debilidades. La dificultad del esfuerzo se compensa entonces con la gratificación, la paz y la alegría interior que se nos ofrece gratuitamente por la gracia de Dios.